miércoles, 19 de marzo de 2014

Dubrovnik, La Ciudad Museo


Los más de mil años de historia de Dubrovnik están presentes en cada rincón de esta ciudad. Es una ciudad museo y un escenario viviente, fusión ideal de historia y modernidad. Está rodeada por unas murallas medievales de 1.940 m de longitud, conservadas en su forma original y abiertas al público como la mayor atracción. Desde 1979 la ciudad está bajo protección de la UNESCO. Dubrovnik es principalmente un destino cultural, el cual ofrece junto al patrimonio monumental toda una serie de eventos culturales y festivales.


Dubrovnik es también un destino para disfrutar del descanso, excepcionalmente bien conectada por aire con todas las capitales europeas. Dubrovnik es una ciudad que fascina, de la que uno se enamora y regresa nuevamente, descubriendo en ella experiencias únicas.


A poca distancia de los Balcanes y frente a la península italiana, esta ciudad de la costa dálmata se abre sobre el Adriático y el Mediterráneo. Su puerto, al abrigo de los vientos, está bien protegido. Stradun, la calle principal de Dubrovnik, une las dos puertas principales del casco antiguo, la de Ploce y la de Pile y es la arteria que vertebra todo un sinfín de callejuelas empedradas que se aúpan a ambos lados para llenarse de tiendas de artesanía y coquetos restaurantes. Al atardecer, las risas flotan en el aire, cuando los camareros se esfuerzan en sacar sus mejores viandas a la tranquila luz mediterránea de la ciudad. Cenar en el casco antiguo de Dubrovnik es un placer inolvidable.


La arquitectura de la ciudad es un poderoso reclamo, y cuesta creer que en un espacio tan pequeño pueda haber tanta obra de arte. Desde el Convento de los franciscanos, con su farmacia antigua, hasta el Palacio del Rector y la fuente de Onofrio, antaño la que abastecía de agua a toda la ciudad y daba fe de su riqueza. Tampoco hay que perderse la Torre del Reloj, la Catedral de la Asunción y la Iglesia de San Blas.




Lo mismo que pasear por su puerto antiguo, o subir en funicular para apreciar en su conjunto la armonía que desprende la ciudad. Dubrovnik, como Venecia, fue una ciudad estado, y durante muchos años consiguió mantener su independencia y su libertad. De aquella sabiduría centenaria, de ése saber hacer que no molesta, hablan sus muchos edificios históricos, todos bendecidos por San Blas, el santo patrón de la ciudad, que desde hace más de mil años, cuentan sus habitantes, la protege de todo mal.


Pero además Dubrovnik es una excelente base de operaciones para descubrir la costa dálmata. Desde su pequeño puerto zarpan a diario decenas de barcos que recorren esta costa salpicada de islas y repleta de calas. El Mediterráneo tal como era, reza su reclamo publicitario, y no le falta razón.


Cavtat es un delicioso pueblecito marinero, hoy un lugar perfecto para comer y dejarse atrapar por la pereza mirando el ir y venir de sus barcos. Ston es toda una sorpresa. La ciudad que cuenta con las murallas antiguas más grandes del mundo, después de las de China, tiene además acceso a las mejores ostras de la zona. Una excursión para degustarlas es imprescindible.


Y así hasta que el bolsillo o el tiempo se crucen en nuestro camino, porque tanto Dubrovnik como su costa son una fuente imparable de pequeños placeres, de grandes vistas, de momentos de felicidad. Como dijo el escritor croata Jure Kastelan "Si en el mundo existieran varias ciudades de Dubrovnik, solo una de ellas sería la verdadera, original, única ciudad de Dubrovnik hecha de piedra y luz. El Dubrovnik incomparable".




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